sábado, 10 de diciembre de 2016

Las unidades del dolor tienen una media de espera de tres a cinco meses



Mayka Sánchez  25 de noviembre de 2016


¿Quién no ha sufrido dolor físico en alguna, varias o numerosas ocasiones? Esta sensación acompaña al ser humano, en mayor o menor grado, desde que nace hasta que muere, de ahí que sea el primer motivo que conduce a consulta médica.

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor lo define como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño tisular real o imaginario o descrito en términos de tal daño”. Es relevante subrayar que el dolor físico, con daño o no en los tejidos, tiene un gran componente emocional y, por lo mismo, la valoración del propio paciente es muy subjetiva, de ahí también que el umbral de resistencia al dolor sea muy diverso de una persona a otra.

La doctora Concepción Pérez, portavoz de la SED y jefe de la unidad del dolor del hospital universitario La Princesa, de Madrid, explica que este tipo de iniciativa “surgió en la década de los ochenta en Estados Unidos para dar respuesta a una necesidad por la complejidad en el manejo de nuevos tipos de dolor y por la creciente sensibilidad de la clase médica para aliviar al paciente de este sufrimiento”.

 Los procesos crónicos que con más frecuencia llegan a las unidades del dolor son lumbalgias, ciáticas, hernias discales, trastornos derivados de artrosis y artritis, dolores neuropáticos y dolores oncológicos

Datos de la Sociedad Española del Dolor (SED) apuntan que los procesos crónicos que con más frecuencia llegan a las unidades del dolor son lumbalgias, ciáticas, hernias discales, trastornos derivados de artrosis y artritis, dolores neuropáticos y, por último, dolores oncológicos. El gran problema de estas unidades en España es que tienen unas largas listas de espera, de hasta un año.

El dolor puede ser agudo o crónico (con una duración superior a tres meses), oncológico y no oncológico y, en este último caso, nociceptivo y neuropático. El nociceptivo afecta a los nociceptores o receptores del dolor y suele ser agudo, mientras que el neuropático es causado por una lesión directa sobre el sistema nervioso y suele ser continuo.

En virtud del informe Unidad de Tratamiento del Dolor. Estándares y recomendaciones de calidad y seguridad, elaborado en 2011 por el ministerio de Sanidad español, el dolor crónico es un importante problema de salud pública en los países desarrollados “por su elevada prevalencia y sus costes socioeconómicos, y que afecta al 15%-20% de los adultos y al 50% de los mayores de 65 años”. Es, igualmente, como lo considera la Organización Mundial de la Salud (OMS), una enfermedad en sí misma. Un reciente estudio epidemiológico desarrollado en España en atención primaria evidenciaba que el 30,9% de quienes consultaban por dolor era por el crónico y con un alto componente neuropático.

Diferencias entre comunidades autónomas

En España se crea la primera unidad del dolor como tal en 1966, dentro del servicio de anestesiología y reanimación, en la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid, según un documento de la SED. Actualmente existen más de 180, entre los sectores público y privado, muy desigualmente repartidas por todo el territorio nacional en número y en dotación de personal y medios. Con diferencia, las comunidades autónomas más favorecidas son las de Madrid, Cataluña, Andalucía y País Vasco. Extremadura fue pionera en 2003 en constituir un Programa Regional del Dolor. La gran mayoría dependen funcionalmente de los servicios hospitalarios de anestesiología y reanimación.

 Las unidades del dolor están desigualmente repartidas por todo el territorio nacional en cuanto a número y dotación de personal y medios

“Lo deseable sería”, dice la doctora Pérez, “que en todos y cada uno de los hospitales existiese una unidad del dolor acorde a las características del centro y a la población que atiende. Es aconsejable asimismo que haya una de alta complejidad por millón de habitantes. Otra peculiaridad es que estas unidades son multidisciplinares y están formadas por anestesiólogos, internistas, psicólogos, psiquiatras, neurocirujanos, farmacólogos, investigadores básicos, rehabilitadores y demás especialistas que puedan estar implicados en el difícil manejo del dolor crónico, que son los pacientes que vienen remitidos por el médico de atención primaria, si bien la mayoría lo son por el especialista, por no haber respondido a otros tratamientos farmacológicos convencionales”.

Como advierte el doctor Javier de Andrés, jefe de la unidad del dolor del hospital universitario La Paz, de Madrid, “atendemos fundamentalmente dolor crónico benigno y en gran parte de origen neuropático, por lo ha pasado más bien a segundo plano la farmacología para protagonizar los tratamientos las técnicas intervencionistas, como bloqueos nerviosos, procedimientos de administración por vía epidural de analgésicos o sistemas de estimulación transcutáneos”.

Este especialista agrega que, pese a que la valoración del dolor es muy subjetiva según cada paciente, se va disponiendo de estudios electrofisiológicos que ayudan al médico a un diagnóstico más preciso, y asimismo “se tiene muy en cuenta cómo repercute el dolor en su funcionalidad y calidad de vida, parámetros que del mismo modo servirán para medir la respuesta al tratamiento”.

El doctor De Andrés se lamenta, como denuncia la SED, de que debería haber más unidades del dolor para evitar las largas listas de espera que tienen algunos hospitales y que en primera consulta suele ser de media, como mínimo, de cuatro o cinco meses, y a veces de bastantes más : ”No obstante, disponemos de un triaje o protocolo de selección para dar prioridad a unos pacientes u otros. Cuando son dolores oncológicos o neuropáticos, los vemos en una semana”.

No obstante, el problema del dolor está totalmente infravalorado en los programas de pregrado, según el jefe de la unidad de La Paz: “Apenas tiene relevancia en los planes de estudio, cuando tiene entidad para dedicarle mucho más tiempo e importancia de los que se ve en las facultades de Medicina y luego es grande el choque con la realidad clínica”.

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